martes, 10 de diciembre de 2013

ESCLAVOS DE NUESTRAS METAS: CUANDO NUESTROS OBJETIVOS NOS ATRAPAN

Plantearse objetivos es un arte que no todos dominan. Hay quienes se plantean objetivos inalcanzables y estos terminan consumiendo todas sus fuerzas y energías, hay otros que establecen metas muy por debajo de sus potencialidades y jamás llegan a explorar el verdadero alcance de sus capacidades. Sin embargo, una vez que hemos descubierto cuáles son los objetivos adecuados, también corremos el riesgo de vernos arrastrados por ellos.

¿Qué quiero decir?

Pongamos el ejemplo hipotético de un buen corredor. Él sabe que tiene las habilidades necesarias para participar en las Olimpiadas e incluso para ganar una medalla. Entonces se plantea el objetivo de clasificarse en los juegos y ganar. Para ello establece un plan de acción que consiste en entrenar todos los días.

Hasta aquí todo está bien pero esta persona podría obsesionarse con su objetivo. Es decir, su día a día gira exclusivamente en torno a este objetivo, no es capaz de relajarse ni de disfrutar nada más que no sea el entrenamiento. En estos casos, es como si su vida estuviese en stand by y, aunque su objetivo es realista y tiene grandes probabilidades de conseguirlo, sería interesante preguntarse si el costo emocional que tiene que pagar por ello realmente vale la pena.

En realidad, no es difícil convertirnos en víctimas de nuestros propios objetivos porque a menudo estos nos resultan tan motivantes que actúan como si fuesen una luz que nos enceguece y no nos permite ver lo que hay a nuestro alrededor. Es perfectamente comprensible que luchemos por alcanzar un objetivo, sobre todo si sabemos que tenemos las capacidades para lograrlo, pero supeditar toda nuestra vida a este no es saludable. Afortunadamente, existe una manera para plantearse objetivos pero no convertirnos en sus esclavos.

1. Valora los pros y los contras. Hay objetivos que, a primera vista, nos pueden parecer muy prometedores pero cuando los analizamos desde una perspectiva más objetiva, podemos darnos cuenta de que exigen un gran esfuerzo, tiempo y dedicación. Pregúntate si los beneficios que obtendrás realmente valen la inversión de energía. Cuando hagas el análisis, recuerda que la única cosa preciosa que tienes y que nada ni nadie podrá devolverte es tu tiempo. Por tanto, decide sabiamente cómo gastarlo.

2. No te dejes engañar por la promesa de felicidad. Numerosos estudios han demostrado que tenemos una visión distorsionada de la satisfacción que pueden reportarnos las experiencias positivas. Es decir, casi siempre pensamos que cuando alcancemos una meta seremos más felices de lo que finalmente experimentamos. Sin embargo, recuerda que lo que cuenta no es la meta sino el camino. 

3. Elige el camino correcto. Hay muchas maneras de alcanzar un mismo objetivo, elige la vía menos traumática, aunque sea un camino más largo. Si llegas demasiado cansado a la meta, no tendrás ganas ni fuerzas para disfrutar de la victoria. Antes de plantearte el camino a seguir, es conveniente que te imagines recorriendo esa vía al cabo de dos o cinco años. ¿Cómo te ves? Si te ves agotado y solo, sería conveniente que te replanteases las tareas que te has propuesto para conseguir tu objetivo. 

4. Replantéate los objetivos cada cierto tiempo. Ya sé que cuando hemos invertido tiempo y esfuerzo en una tarea estamos vinculados emocionalmente a esta pero hay ocasiones en que es más inteligente olvidarse de un objetivo, plantearse uno menos ambicioso o simplemente cambiar nuestro plan de acción. Recuerda que nosotros y el mundo a nuestro alrededor cambia, si te aferras a un objetivo que te planteaste en el pasado podrías correr el riesgo de anquilosarte.

5. Recuerda quién eres. Puede parecer una estupidez pero lo cierto es que cuando los objetivos son muy ambiciosos, estos nos consumen haciendo que nos olvidemos hasta de quienes somos. Recuerda que tú no eres tu objetivo, no vales más ni menos en función de ese logro. Por encima de todo, eres una persona que también tiene otras necesidades, aspiraciones y sueños.

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